Internos de las cárceles presentaron un libro de poemas en la Feria del Libro


Foto: internet

Se trata de “Plumas y Sombras”, una antología de poesía y prosa realizada en los talleres literarios que funcionan en los penales de Mendoza y San Luís.

El último jueves,  en Feria del Libro 2016, se presentó un libro con poemas de internos de los penales de Mendoza y San Luís.

“Plumas y Sombras”, es una antología de poesía y prosa y escrita por internos e internas que asisten diariamente a los talleres literarios que funcionan en los complejos y unidades de Boulogne Sur Mer, San Felipe, Almafuerte, Unidad III de El Borbollón y el Régimen Abierto de Mujeres.

El periodista mendocino Ulises Naranjo fue el encargado de realizar la edición y el prólogo del libro.

Durante la presentación, Naranjo destacó la colaboración de los talleristas mendocinos Leonardo Godoy, María Eugenia Carbonari, Fernando Echenique y Gaspar Contreras, y especialmente  del aporte de Fernando de Vargas, responsable de los talleres literarios del penal de San Luís. Además, agradeció la participación de la Dirección General del Servicio Penitenciario, la Dirección General de Escuelas y la Secretaría de Cultura, quienes colaboraron en la realización, diseño e impresión de la obra.

“La publicación de un libro es algo maravilloso, algo que seguramente con el correr de los años se trasformará en un legado, con un detalle que no es menor, porque se trata de gente que está intentando reinsertarse socialmente pueda vivir esta experiencia de trabajar en la constitución de un objeto simbólico a través de la escritura”, expresó el responsable de la edición.

Más tarde, las autoridades presentes leyeron algunos de los poemas y analizaron desde distintas perspectivas el valor de la cultura. El secretario de Cultura, Diego Gareca, hizo hincapié “en la necesidad de seguir avanzando en acciones que promuevan la cultura, con el objetivo principal de achicar la distancia entre el adentro y el afuera”.

A su turno, el director del Servicio Penitenciario de la Provincia, Eduardo Orellana, reconoció a Naranjo como un “embajador de la cultura penitenciaria”. Agregó que “este tipo de acciones generan que las personas que se encuentran en contextos de encierro, puedan expresarse con mayor libertad”.

A la  presentación del libro asistieron internos de los penales. Estuvieron también, el director del Servicio Penitenciario de San Luís, Ernesto Saez; el juez de la Cámara Penal N° 2 de San Luís, Gustavo Miranda Folch, y Mónica Coronado, subsecretaria de Gestión Educativa de la Dirección General de Escuelas.

Prólogo

En las cárceles, la poesía y también las artes populares, como el teatro, resultan un contundente y saludable atentado social. Si la expresión, desde lo poético y lo artístico, se ha establecido, como una forma de fractura social o un ejercicio antisistema, pues en las cárceles encuentra a sus mejores discípulos y sus amados kamikazes. Aquí, por ejemplo, tenemos en las manos este libro con poemas y narraciones escritas por mujeres y hombres privados de su libertad. Vale mucho más que lo que pesa. Los grandes postulados de la poética, desde el Romanticismo a la contemporaneidad, se cumplen a rajatablas e incluso, presas de la voracidad constitutiva que las distingue, van más allá, porque estas palabras están, en todos los casos –y de manera unánime y, tal vez, necesaria– apoyadas en el dolor, en la experimentación y en la ausencia, jueces olímpicos de lo genuino literario. Hay que leerlos, entonces, enarbolando la asunción de la génesis que los diferencia de los poemas paridos en ámbitos extramuros. Algún ojo más o menos atento dirá que, en efecto, se descuidan los detalles finos de la obra y será cierto. Sin embargo, la contundencia expresiva, la refundación de la palabra en manos esposadas, es una roca de extraordinaria pureza: hay que poner la oreja contra esa roca, pues, en su pecho, canta con preciosura la siempre huérfana desesperación. Sí: hay una música que es propia de estas páginas. Lo que tienen de ceguera, lo gana en hondura; lo que tienen de liviano, lo ganan en altura; lo que tienen de disoluto, lo tienen también de íntimo e incluso sanador. Las cárceles son, en todos los casos, escenarios naturalmente dramáticos. En tales espacios de definición, hay poco aire para constituir hipocresías: allí todo lo que sucede –sombras, durezas, afectos, lapsos del tiempo, finitud de los espacios y  poemas–, todo es cierto y legítimo. Aquí tenemos, en las manos, un claro ejemplo: un libro que vale más que lo que pesa, hecho con palabras que dicen más de lo que dicen.