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Megajuicio: “A Romano le encantaba ver a los familiares, porque les daba las peores noticias”


En la semana número 18 del cuarto juicios por delitos de lesa humanidad en Mendoza, el Tribunal Oral Federal Nº1 llevó a cabo una nueva etapa testimonial. Durante la audiencia del lunes 23 de junio, se escucharon los testimonios de los ex presos políticos Guido Actis y Haydee Clorinda Fernández del Río.

El primer turno fue de Guido Esteban Actis, un exmilitante de la Juventud Peronista y miembro de la Agrupación de Trabajadores del Estado, trabajaba en la Dirección Estadísticas y Censos y practicaba rugby profesionalmente en Los Tordos. Actis fue detenido en febrero de 1976 a los 24 años de edad.

El testigo relató que en la noche del 13 de febrero, un Dodge 1500 color naranja, llegó a su casa con cuatro personas vestidas de civil que intentaron detenerlo a la fuerza. Este intento de detención fue impedido por la intervención de los vecinos y el aviso que Actis alcanzó a hacer por la ventana de su casa. En el forcejeo con la patota, el testigo recibió un disparo en la mano derecha y un martillazo en la izquierda. 

Detalló además, que una semana más tarde, dos personas uniformadas arribaron a su vivienda y le solicitaron participar en un reconocimiento de personas. Acompañado por su madre y un amigo, fue llevado hasta el Palacio Policial, donde funcionaba el D2. En el ingreso reconoció el mismo Dodge 1500 naranja.  Al llegar le informaron que quedaría detenido: “No sé qué hubiese sido de mí si no me hubiese resistido al secuestro”, expresó Actis.

Del mismo modo describió minuciosa y detalladamente cada uno de los pasos dados en dependencias del D2, donde coincidiera con otras víctimas que prestaron declaración anteriormente, entre ellas Silvia Ontivero y Fernando Rule. “Yo estaba acostumbrado a los golpes por el deporte que practicaba, pero la persona que golpeaba parecía un boxeador. Me ponían contra la pared y me golpeaban incluso en los oídos”, relató cómo comienzo de un capítulo signado por reiteradas golpizas, sesiones de picana y torturas. “Todos estaban torturados, tanto hombres como mujeres. Fue generalizado. Las mujeres además eran violadas”. 

Su relato aportó más datos sobre la causa de Miguel Ángel Gil, -asesinado en el D2- y Silvia Peralta -desaparecida, conocida como la “Cordobesa”, cuyo último dato sobre su paradero, se vincula con el centro de detención clandestino de Córdoba, La Perla. 

Actis también recordó un episodio relatado en otras declaraciones por otros testigos: “Nos obligaron a hacer una torre humana, calculo que habrá significado unos 600 kilos entre todos, y abajo quedó Miguel Ángel Gil. A mí me llevaron de los pelos a firmar algo que nunca supe de qué se trataba”, esto fue reportado por el Fiscal Dante Vega, quien leyó ese dictamen, firmado por el exjuez Otilio Romano.

Actis permaneció 7 años y 8 meses en calidad de detenido en diferentes dependencias policiales y militares, a disposición del Poder Ejecutivo Nacional (PEN). Tras pasar por el D2, fue llevado a la Penitenciaría provincial hasta fines de octubre de 1978. Recordó durante ese periodo la visita del capellán Latuf, un sacerdote que fuera “el único hilo conductor de contacto con el mundo externo. Nos visitaba todas las semanas, nos comentó que a nuestras familias les decían que no estábamos allí”. 

Finalmente,  mencionó su paso por la cárcel de Caceros y luego por la U9 de La Plata, ocasión en la cual fue presentado ante el exmagistrado Max Petra Recabarren, designado su abogado defensor. En ese encuentro estaba presente el Dr. Garguil, quien lo condenara a 4 años de prisión, a pesar de que en el año 1979 el juez Guzzo –fallecido semanas atrás- firmara su absolución y le destinara dinero en concepto de fianza depositada en el Banco de la Nación. Dato sobre el que nunca tuvo conocimiento hasta ayer: “No apelé, porque no confiaba en la Justicia ” comentó. 

Alicia Peña, ex presa política el D2, estuvo presente en la audiencia. Sobre su relación con ella, Actis dijo: “Nos habíamos visto dos segundos a dos metros de distancia. Nos casamos en la cárcel y hasta el día de hoy estamos juntos”. 

El 23 de noviembre de 1982, Actis recibió la libertad vigilada hasta el 30 de julio de 1983. No pudo recuperar su trabajo, y tampoco le fue posible terminar la carrera de Ien electrónica, a pesar de las reiteradas solicitudes prestadas. 

Tras dos largas horas finalizó su declaración para dar lugar al testimonio de Haydee Clorinda Fernández del Río, que para el año 1971 se desempeñaba como abogada dedicada a la defensa de presos políticos en nuestra provincia. Fue detenida en el D2 en marzo de 1976. 

Fernández formaba parte de la Gremial de Abogados de Mendoza  y de la Asociación de Abogados Peronistas junto a otros reconocidos colegas como Rosendo Chávez, Alfredo Guevara Blanco y el Dr. Conrado Gómez, asesinado y desaparecido en la ESMA. 

Fernández abrió su testimonio relatando los acontecimientos que telonaron al golpe y las diferencias al interior del peronismo: “Nadie ignora cómo y por qué comenzaron las detenciones a los integrantes del Peronismo. Se los acusaba de pertenecer a tal o cual agrupación”, expresó con firmeza. 

Durante 1975, Fernández ejerció su profesión bajo amenaza de vida, teniendo muchas veces que realizar habeas corpus a escondidas. En su testimonio recordó “Los expedientes quedaban lastimosamente paralizados, la relación con Romano y la Justicia Federal era muy difícil para nosotros”. En cuanto a la comunidad jurídica mendocina expresó: “Nos aislaron por defender a presos políticos. No éramos abogados queribles. No en vano hay alrededor de 101 abogados desaparecidos y asesinados”. 

Como abogada defensora de presos políticos aportó datos sobre cada una de las causas en las que actuó en aquellos años: “La negación de los habeas corpus era permanente y les bastaba para cerrarnos las puertas de las investigaciones”, mencionó dirigiéndose a los exmagistrados Romano, Miret y Carrizo. Con respecto a este último, recordó el caso de Juan Basilio Sgroi, un ex preso político detenido en el D2 que se encontraba al límite de la vida y la muerte: “Lo fui a ver a Carrizo, y le conté que había información de que no soportaría una sesión de tortura más. Sobre esto, dijo: ‘desde hoy no lo torturan más’; y así fue. Esto quiere decir que Carrizo sabía que lo habían torturado y que estaba  en el D2”. En el mismo sentido Fernández aseguró la existencia de complicidad entre distintos sectores de la Justicia y las Fuerzas Armadas. 

El testimonio de la abogada, reconstruyó además los episodios que llevaron a su detención en el D2 y su paso por penitenciarías. En el D2 permaneció vendada y torturada en un largo interrogatorio donde le preguntaban por sus colegas. La brutalidad de la tortura le provocó un quiste en el pecho, por lo que fue operada posteriormente en Devoto: “Solo con xylocaina, sin anestesia, y cuando me movía mucho por el dolor el Dr. Pelufo le clavó los codos en el estómago”. Los sucesos vinculados a este episodio describieron el  maltrato recibido incluso al momento de ser asistida. 

En otro episodio vinculado al accionar de la Justicia de aquellos años, Fernández se refirió al desempeño del exjuez Otilio Romano, quien como fiscal, recibía a los familiares de los detenidos: “Romano le decía a mi padre que yo estaba en la peor causa de Mendoza. A Romano le encantaba ver a los familiares, porque les daba las peores noticias”. 

Sobre este apartado mencionó además al exjuez Guzzo, ante quien denunciara los abusos y las torturas padecidas por ella y otros presos políticos, y del cual no tuvo respuesta: “Era público lo que pasaba. Nadie que esté en la Justicia puede decir que no sabía lo que pasaba”, finalizó. 

Fernández estuvo en la Penitenciaría de Mendoza hasta octubre de 1974; luego fue trasladada a Villa Devoto, donde pasó cuatro años detenida hasta recuperar la liberad el 7 de enero de 1981. 

La etapa testimonial continúa el lunes 30 de junio y miércoles 2 de julio, Las siguientes declaraciones previstas son las de Guillermo Martínez Agüero, Oscar Guidone, Liliana Butini, Roberto Marmolejo, Elio Verdejo, Nilo Torrejón, Orlando Flores y Pedro Coria.