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Una vida saludable podría retrasar 20 años el Alzheimer


Lo dijo el especialista en neurociencia Luis Ignacio Brusco. Esto significa que si bien la persona puede tener predisposición a la enfermedad, en sus genes protectores intervienen los factores biológicos, ambientales y socioculturales. 

En el marco de las Jornadas sobre demencias, organizadas por la Dirección Atención de Adultos Mayores, el reconocido investigador y especialista en neurociencia Luis Ignacio Brusco ofreció una conferencia sobre Alzheimer.

El catedrático manifestó que existe un Alzheimer tardío, que es el más común, y un Alzheimer familiar, heredado. “Hay 200 líneas de familias, es decir 200 tipos de genes de familias en el mundo entero, que corresponden a entre el 3 y 5  por ciento de los casos. Los hijos de quienes la tengan en forma hereditaria, algunos la padecerán y otros no, los que tendrán una enfermedad temprana, evolutiva y difícil de tratar con fenómenos ambientales. Algo que no sucederá con el Alzheimer esporádico, que puede modificarse ambientalmente. Para este caso hay que plantear la atención primaria de la enfermedad”.

En el Alzheimer tardío existe un gen de riesgo que se puede modificar ambientalmente y en eso está enfocada la tentativa de retrasarla de los investigadores. Para esto se trabaja con los pacientes que no tienen la enfermedad y los que la tienen. De partida, hay factores no modificables que ya implican un riesgo, y son la edad y la genética. “Si a estas personas que padecerían Alzheimer tardío, que son el 95% de los casos, se le sumaran problemas metabólicos y vasculares, esto haría que el β-amiloide (depósitos de proteínas en el cerebro que contribuye a la degeneración –esto significa muerte en neurología progresiva de las neuronas) sea patológico”. La acumulación de esta proteína comienza a suceder 30 años antes de que se declare la enfermedad.

Todos los años, un cerebro pesa 1 kilo 400 gramos y se depositan 2 kilos de proteínas patológicas (más que el peso del cerebro) que, en un proceso normal, el cerebro limpia. “Pero si esas proteínas son grandes y no se limpian, se acumula el β-amiloide, y si a esto se agregan enfermedades ambientales, será un gen de riesgo”, enfatizó.

El 70% de la enfermedad demencial es de Alzheimer. Y el mayor porcentaje obedece a un Alzheimer puro, y en menor medida a un Alzheimer mixto, denominado así porque le suma patología vascular. Con el tiempo, aumentará la cantidad de personas que la padecen debido a la sobrevida. Habrá cada vez más pacientes viejos y, por ende, mayores casos mixtos. Al 2050, se cree que en Asia y Sudamérica habrá muchos más casos porque será la población que viva más años.

Alzheimer preclínico y clínico

Cuando los pacientes comienzan a manifestar la enfermedad, tienen trastornos de memoria y es porque el hipocampo, donde se desarrolla el Alzheimer, se va achicando. A esto se le van agregando trastornos del lenguaje y otros más graves. Pero también hay que tener en cuenta que en un Alzheimer preclínico (primeras alteraciones en el cerebro, pero asintomáticas) existe un  trastorno cognitivo mínimo. “El trastorno cognitivo mínimo como patología implica que la persona se olvida las cosas, lo reconoce y va a la consulta médica admitiendo lo que le sucede. Algunos de estos casos desembocan en Alzheimer y otros solamente son trastornos de ansiedad”.

Después de esta instancia, se comienzan a trabajar los factores clínicos, momento en que es importante la atención primaria y la predictiva. Esta última se encarga de predecir genéticamente la enfermedad del Alzheimer. “El cerebro no es trasplantable y en las proteínas tenemos acumulado quiénes somos y quiénes fuimos. Por eso es muy importante la atención primaria, porque permite detectar la enfermedad. Hoy se conocen el genoma humano y genes de riesgo, patológicos, que hacen que se pueda observar qué personas tienen mayor predisposición a la enfermedad. De manera tal que se podría retrasar el comienzo de la enfermedad de los 60 a los 80 años”.

El Alzheimer tiene genes de riesgo medibles, ya que con el aumento de la sobrevida, a los 60 años empiezan los casos y recién a los 85 años se transforma en la enfermedad. De 20 personas le sucede a 1, lo que en medicina es mucho. Cuando la enfermedad se dispara, la velocidad del envejecimiento del cerebro es mucho más rápida que la corporal. El volumen del hipocampo (que es donde se sitúa la enfermedad) se va atrofiando 7%, todos los años. “Se conservan los cuerpos con un cerebro atrofiado de más de la mitad de la personas, lo que genera un problema epistemológico y filosófico”, señala el especialista.

Resiliencia cognitiva, un avance conceptual para la enfermedad

Cada cerebro tiene determinada capacidad genética para soportar los malos tratos. A esto se le denomina resiliencia cognitiva. Lo que implica que hay genes que protegen la genética. En este modo de superar lo traumático intervienen factores biológicos, ambientales y socioculturales. Por ello, para retrasar la enfermedad hay que controlar la hipertensión, la diabetes, hay que hacer ejercicio aeróbico, bajar el colesterol, no fumar, ingerir alimentos saludables, controlar el estrés, realizar estimulación intelectual y tener una vida activa. A esto hay que agregar, bajo prescripción médica, el uso de vitamina B12, vitamina D y ácido fólico.

Mendoza colaboró para estudio sobre Alzheimer

Con la colaboración del Gobierno de Mendoza, el doctor Brusco y otros investigadores de la Universidad de Buenos Aires tomaron  muestras a residentes en hogares de adultos mayores y de centros de jubilados.

El programa científico se denomina “Desarrollo de investigación biomédica para la obtención de muestras biológicas para el estudio de biomarcadores de la enfermedad de Alzheimer, y la generación de bancos de material biológicos y genéticos en sujetos enrolados en el programa de medicina traslacional”.

Con esta investigación se busca detectar preventivamente la población de riesgo para esta enfermedad y para esto están trabajando en la ancestría de distintas regiones del país y Latinoamérica. De este modo, los científicos podrán detectar las poblaciones con mayor riesgo de obtener la enfermedad.