
Dispositivos, psicoanálisis y salud pública
Prudencia y desconfianza en las instituciones
Introducción
Se comenzará este trabajo con el recorte de estos dos significantes, prudencia y desconfianza, que han sido de alguna manera trabajados por Eric Laurent.
Dichos significantes tuvieron gran resonancia en mí, y resulta muy interesante pensar que remiten a una posición ética. Nos recuerda que, en las instituciones, debemos trabajar con las singularidades a pesar del empuje a una tendencia de lo universal, del para todos. Al menos estamos invitados a pensar cómo trabajar con un sujeto que no quede aplastado por las reglas, que no quede hablado por las instituciones, por los distintos profesionales intervinientes. Por tanto, se necesita desconfianza de todo aquello que nos compele a masificar, encasillar, generalizar; y prudencia para saber escuchar los síntomas, la propia norma del sujeto y no quedar pegado a la norma institucional o la propia. Porque la particularidad no solo se alcanza respetando los derechos del sujeto/paciente, sino habilitándolo a través de la escucha.
Desarrollo
No tan solo es este camino el que debería guiarnos, sino también creemos que para direccionar una intervención que vaya por esa lógica, debemos considerar fuertemente lo planteado por Eric Laurent al decir “Los analistas tienen que pasar de la posición del analista como especialista de la des-identificación a la del analista ciudadano. Un analista ciudadano en el sentido que puede tener este término en la teoría moderna de la democracia. Los analistas han de entender que hay una comunidad de intereses entre el discurso analítico y la democracia, ¡pero entenderlo de verdad! Hay que pasar del analista encerrado en su reserva, crítico, a un analista que participa, un analista sensible a las formas de segregación, capaz de entender cuál fue su función y cuál le corresponde ahora.” (LAURENT, E. 2000. 3) (el subrayado es mío)
¿Cómo participar en las instituciones desde el decir silencioso, que es distinto del silencio? ¿Cómo perforar así los discursos institucionales, tomando una posición activa desde el psicoanálisis?
Eric Laurent nos da algunas pistas al decir que debemos detectar las dinámicas grupales de las instituciones que desatan pasiones imaginarias y narcisistas, para silenciarlas. Pero no obstante esto, es también tarea del analista, remitir de alguna manera a dichos grupos, a sus verdaderas tareas.
En la misma línea nos aclara: “En este sentido, el analista, más que un lugar vacío, es el que ayuda a la civilización a respetar la articulación entre normas y particularidades individuales. El analista, más allá de las pasiones narcisistas de las diferencias, tiene que ayudar, pero con otros, sin pensar que es el único que está en esa posición. Así, con otros, ha de ayudar a impedir que en nombre de la universalidad o de cualquier universal, ya sea humanista o anti humanista, se olvide la particularidad de cada uno. Esta particularidad es olvidada en el Ejército, en el Partido, en la Iglesia, en la Sociedad analítica, en la salud mental, en todas partes. Es preciso recordar que no hay que quitarle a uno su particularidad para mezclarlo con todos en lo universal, por algún humanitarismo o por cualquier otra motivación.” (LAURENT, E. 2000. 4) (el subrayado es mío). Hay dos puntos que quiero señalar allí, uno de ellos es, la de respetar la articulación entre normas y particularidades individuales.
Ponerse en el lugar del vacío, habilita la articulación con la que se tiene que ver el sujeto, entre su subjetividad y las normas sociales. Entonces esto sería como citábamos previamente, se necesita que el analista no solo continúe habilitando un vacío en el sujeto, en las instituciones, que resista a la tendencia de ser colmado por significantes que lo representan, lo identifican, o lo dejan ligado a ciertos ideales o mandatos, es decir, no solo operar en la dirección de la des-identificación, sino poder ir más allá, hacia el plano de la democracia, de cierta sensibilidad hacia las formas de segregación. Y aquí se me vienen los desarrollos teóricos llevados a cabo por Jorge Alemán, al trabajar la relación política-sujeto. Al plantear el tema de la Soledad: Común, nos presenta, estos dos planos podríamos decir, el plano de la Soledad, como aquello inabordable para el sujeto, su constitución vacía, sin posibilidad de ser representada en su totalidad; y respecto al plano de lo común, marcándolo por fuera de la “psicología de las masas”, que disuelve la singularidad en el para todos.
Entonces, podemos decir, el analista es convocado a participar en la articulación que hace el sujeto entre la norma y la particularidad individual. Pero hay un asunto que no es menor, y es la posición que se tendrá frente a la norma, al universalismo, al para todos. Este es el otro aspecto de esta articulación que pareciera ser el planteado por los autores citados. ¿Cómo habilitar en el sujeto, una invención singular en el encuentro con la norma, con las reglas? ¿Cómo evitar la aglutinación en masa, desde el Ideal, que obtura toda invención? ¿Cómo tener en cuenta todos estos aspectos para trabajar con el sujeto en una institución?
El otro punto que remarcamos, es cuando Eric Laurent refiere que el analista “tiene que ayudar, pero con otros”. No es sino con otros, el trabajo de evitar que se olviden las particularidades. Es decir que el analista no debe pensar que es el único que se posiciona desde allí. Y cuán importante se torna esta puntuación en las instituciones, donde la segregación se cristaliza en muchos casos, y la realidad se complejiza tanto.
Luego el autor continúa diciendo al respecto: “…los analistas han de manifestar que quieren un tipo determinado de salud mental. No una institución utópica o un lugar utópico, sino precisamente formas compatibles con el hecho de que cuando ya no hay ideales sólo queda el debate democrático. Esto no es el silencio. El decir silencioso del analista consiste en ayudar a que, cada vez que se intenta erigir un nuevo ideal, pueda denunciarse que la promoción de nuevos ideales no es la única alternativa. Tampoco se trata de volver a los valores de la familia y a los viejos tiempos, cuando se creía en el padre. ¡Ah, qué tiempos aquellos! ¡Se acabó! Lo único que existe es el debate democrático, abierto, crítico y… sin dinámica de grupos”. (LAURENT, E. 2000. 7)
Más adelante nos continúa aportando: “En este sentido el analista útil, ciudadano, es alguien que evalúa las prácticas y también acepta ser evaluado, pero ser evaluado sin temor, sin un respeto temeroso, cauteloso, ante los prejuicios de la Ciencia. Cuando les vienen a decir con arrogancia que la práctica analítica no es útil o no es eficaz, porque tal tipo de terapia cognitivista es supuestamente más útil, los analistas tienen que demostrar lo contrario con su experiencia, y no es muy difícil. No hay que pensar que eso es algo estrafalario y del otro mundo. Cada vez que hay ataques de este tipo contra el psicoanálisis, es perfectamente posible mostrar una experiencia que demuestra lo contrario. (…) O sea que los analistas, si son ciudadanos útiles, son evaluadores de las prácticas de una civilización en el campo de la salud mental, entendido como el campo efectivo de las diferencias respecto de las normas. Los psicoanalistas evalúan los procedimientos de segregación en una sociedad dada. A su vez, son evaluados, y lo aceptan. Todo esto ha de permitimos, espero, salir de lo que fue aquella posición de exclusión de sí mismo, de exilio de sí mismo, de su propia posición, cuyo resultado fue el supuesto analista agujero, el analista que cayó en el propio agujero producido por su práctica: el agujero de los ideales”. (LAURENT, E. 2000. 8) (el subrayado es mío).
Posicionarse desde la participación, desde la toma de partido en los debates actuales, desde las formas democráticas y antinormativas, alejadas de los ideales, convierte al analista, en un operador útil para la salud mental.
Por otra parte, nos resta estar advertidos que los lazos sociales son frágiles. Y que dichos lazos, son sostenidos por creencias sociales que merecen nuestro respeto y reconocimiento.
Conclusiones
Este recorrido nos deja muchas preguntas, una de ellas es acerca del lugar del analista en las instituciones, advirtiéndonos de sus sombras. Ya que podemos caer en la trampa de producir nuevos ideales en el afán de traspasarlos.
Las diferentes crisis socio-económicas que franquean una sociedad, como la crisis actual, a su vez atravesadas por el sistema neoliberal, lleva a que la salud pública, y en nuestro caso la salud mental, adopte ciertas características. Y allí es muy fácil caer en la trampa de dar respuestas desde una lógica que puede llegar a quedar orientada por ideales: comunitarios, de derechos humanos, a la rápida reabsorción y readaptación de los síntomas, etc.
Hay una cita de Freud en palabras de Osvaldo Delgado que dice: “Muy probablemente tendremos que alear el oro puro de nuestra terapia con el cobre de la sugestión directa.” Delgado alude a esta afirmación como el compromiso del psicoanálisis con el mundo. Dar lugar a las particularidades, diversidades, singularidades. Entender que no todos son candidatos “para”, que no para todos “somos”, y que no es posible un “para todos”. Pero sin embargo, la posición del analista, puede producir pequeños-grandes efectos terapéuticos que reflejan un saber hacer en el mundo, desde una ética, que soporta el residuo irreductible. Podríamos decir, un compromiso como analista ciudadano.
Bibliografía
LAURENT, E. (2000). “Psicoanálisis y Salud mental”. Tres Haches. Pág.113-121 El analista ciudadano”. (en Tertulias Lacanianas. R.V Ediciones, Argentina).
Miller, J. A. (2004). “De la utilidad social de la escucha”. Virtualia. Año III. Número 10.
DELGADO, O. “Psicoanálisis y Salud Mental”. En El Sigma 01-09-2004.
ALEMAN, J. Soledad: Común. Políticas en Lacan. (2012). Capital Intelectual.CI.
MITRE, J. “El analista y lo social” (2018) Grama.
Marcela Hidalgo
Lic. en Trabajo Social. Especialista en Salud Mental