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Marcelo Retamales: “lo que siento al volar es algo sumamente personal, íntimo y me conecta con el espíritu, con el alma”


El parapentista es un apasionado de esta actividad y desde el 2005 no para de sumar experiencias en el viento.

Marcelo Retamales, tiene 49 años y es profesor de Educación Física. Comenzó con las actividades de aire en 1998, cuando hizo el curso de paracaidismo. Sin embargo, con el pasar de los años conoció el parapentismo y lo atrapó. Más allá de lo deportivo, Marcelo asegura que “volar es algo sumamente personal, íntimo y me conecta con el espíritu, con el alma”.

Antes del parapentismo, el deportista incursionó en el paracaidismo y relató: “Hice varios saltos hasta el 2001, que debido al tema económica suspendí la actividad y retomé a partir del año 2005. Seguí saltando varios años, no con mucha frecuencia porque es un deporte caro, pero si lo hacía regularmente. Entre las personas que conocí, se encontraban unos pilotos de parapente, desde mi casa los veía volar acá en el Cerro Arco y me pregunté si podría saltar desde un parapente con equipo de paracaidismo, abrir el paracaídas y aterrizar. Me acerqué a ellos y con un amigo empezamos a saltar en paracaídas desde los parapentes. Así conocí el parapente”, aseguró.

Retamale contó que, a partir de ese momento, inició de a poco la actividad. “Sin un instructor definido, los pilotos me daban una mano y comencé. Como yo venía del paracaidismo ya sabía lo que era el control de vela y todo eso, tiene principios que son similares. Con el tiempo adquirí un parapente y un día un piloto se fue a Vallecitos a volar, pero no estaba seguro de que yo lo acompañara porque consideró que quizá no tenía las condiciones técnicas, y a los tres minutos que voló él, inflé mi vela y salí a volar yo también; fue mi primer vuelo solo” expresó y con esa experiencia empezó a volar en el Cerro Arco.

En el 2015 Marcelo empezó a tomar vuelo con mucha frecuencia, gracias a la posibilidad de subir el cerro, sin depender de un transporte, como es el caso del paracaidismo, sumado a que vivía cerca. “Volaba practicante día por medio, aunque las condiciones climatológicas no fueran las mejores, yo subía a volar, porque me daba experiencia y la práctica de despegar y aterrizar”.

Su experiencia a nivel competitivo

Algunos pilotos que competían y que observaron su progreso le aconsejaron que comenzara a volar de manera reglamentaria, estudiando la teoría y rindiendo las licencias para estar dentro de lo formal. “Me gustó mucho la idea porque a esa gente yo la tenía como referentes en el deporte, así es que empecé a hacer eso. Conseguí los libros, busqué material y empecé a estudiar mucho. Me contacté con un examinador de la Federación Argentina de Vuelo Libre, que es de acá de Mendoza y rendí”.

Retamales explicó que existen tres líneas de parapentistas muy marcadas. El parapente comercial, que se llama bautismo de vuelo, que la gente lo contrata para tener una experiencia única. Allí el piloto los lleva a volar por unos 15 minutos, aterriza y le entrega un video. También hay otro grupo que lo hace de manera recreativo deportiva. “Se juntan los fines de semana a volar y lo hacen de una forma muy recreativa. Es muy seguro, no hay demanda física ni técnica porque se hace en horario donde el vuelo es muy seguro” explicó y continuó: “Luego existe una tercera línea que es la línea de la competencia y de los pilotos que compiten y de los que quieren superarse, que es en la que yo más me identifico. Se compite a nivel nacional, también a nivel internacional y te da la posibilidad de volar en distintos puntos del país, en distintas geografías”.

Marcelo dejó en claro que nunca le llamó mucho la atención la idea de competir. “Lo hice porque pilotos que me guiaron me decían que tenía que ir porque se te abre la cabeza, y así fue. De estar en contacto con otros pilotos, se aprende muchísimo. En la competencia no se vuela para donde uno quiere sino para donde la competencia te marca que tenés que ir”, afirmó.

Más allá de que compitió para aprender y adquirir experiencia, Marcelo participó dos años en una categoría que se llama sports, que sería una intermedia. En ese tiempo salió dos veces subcampeón argentino. El piloto que salió campeón nacional es su compañero de vuelo, y quien según aseguró, le ha enseñado la mayoría de las cosas, Emiliano Favero. Luego en la categoría superior quedó tercero. “Ese año yo competí con una vela de más bajo rendimiento, y así todo salí tercero” Marcelo dejó en claro que para él esos logros fueron personales, más allá de la ubicación en los resultados deportivos.

La rutina de entrenamiento que desarrolla Retamales no es fija, sino en base a sus posibilidades de trabajo y de vida cotidiana. “Básicamente lo que hago es por un lado físico, entrenado en forma aeróbica, en gimnasio y subiendo montañas con el equipo a cuestas, y la otra es técnico táctico, estudiando un poco de la geografía del lugar que uno va volar para saber qué condiciones hay y la meteorología del lugar. Mucha lectura, contacto con pilotos extranjeros para ver sus experiencias”.

El deportista explicó que “si bien en vuelo uno necesita ser un súper atleta, mientras mejor se esté físicamente sufre menos el desgaste, porque hay vuelos que son muy largos. Muchas veces se puede estar a 800 metros sobre el nivel del mar y a lo mejor a los 3 minutos estar a 3.000 mil metros sobre el nivel del mar. Eso genera un agotamiento físico grande, sumado al estrés de la concentración que hay que tener. Además, acá en Mendoza, uno sale a volar y muchas veces aterrizas en un lugar donde no hay acceso y tenés que volver por tus propios medios y caminar 5, 10, 15 kilómetros en terreno donde no hay camino, llevando en la espalda el parapente”.

Actualmente el vuelo que realiza Retamales es el vuelo libre, en todo su concepto. “Vos despegás de donde vos quieras y hacés el recorrido que quieras, en el horario que quieras y se trata de volar la mayor cantidad de tiempo posible. También se puede hacer una figura como un triángulo”, explicó.

Récord mendocino de vuelo

En octubre del año pasado, Retamales voló junto a Emiliano Favero -cada cual en su parapente- desde la cima del Cerro Arco hasta los suburbios de la ciudad de San Juan. Recorrieron en línea recta 151 kilómetros, volaron 6 horas y media y batieron el récord mendocino de vuelo en parapente.

Marcelo aseguró que “fue muy lindo porque lo pude compartir con mi compañero de vuelo y demostrarnos que somos realmente compañeros de vuelo, porque en una circunstancia, en ese vuelo yo estuve muy, muy bajo, pasando Salagasta perdí las térmicas y quedé a 150 metros del piso, a punto de aterrizar. No había caminos y no tenía posibilidad de rescate, y estaba a unos 38 y 40 kilómetros de distancia al camino más cercano –que era la ruta 40- y mi compañero se mantuvo en una térmica arriba mío, para ver si yo podía salir y recuperar la altura y con el compromiso de aterrizar conmigo y no dejarme solo y caminar juntos. Eso te conecta mucho con la otra persona. Es un vínculo muy difícil de explicar”.

Vuelos biplaza

En este tipo de vuelo va un piloto comandando el vuelo y adelante un pasajero que no tiene que tener conocimiento previo, simplemente una pequeña instrucción que se da en el despegue, y va paisajeando. Se llama vuelo de bautismo.

Retamales rindió para obtener las licencias y esa es una de las actividades que realiza en nuestra provincia. Trabaja para dos emprendimientos de vuelos comerciales y el resto del tiempo vuela solo y entrena. Aseguró que “esta actividad es muy linda para mí, porque puedo trasmitirle a la gente lo que es volar. Tengo doble satisfacción, la económica que me permite sustentar mis gastos para volar y la de ver a las personas cuando aterrizamos, que están felices por cumplir el sueño de volar. Uno de los sueños más antiguos del ser humano: poder volar. La manifestación de placer y de satisfacción que tienen los pasajeros cuando vuelan es algo que no tiene precio, te llena el alma”.

Marcelo manifestó que sería imposible poder explicar con palabras lo que siente al volar. “Podría estar hablando por 15 días seguidos y seguramente no voy a poder trasmitir lo que se siente. Es algo sumamente personal, íntimo y me conecta con el espíritu, con el alma. Es algo, creo yo, que te lleva a lo más profundo del ser humano. A la parte donde el ego no está presente. Te conecta con la naturaleza. Todo se fusiona en un instante, en un aquí y en un ahora, eso siento cuando vuelo”, aseguró.