Megajuicio: prestaron declaración seis testigos víctima de delitos de lesa humanidad
En una nueva jornada del Megajuicio: prestaron declaración seis testigos víctima de delitos de lesa humanidad
Entre ellos se encontraban Miguel Ángel Rodríguez, primero en declarar, quien relató los episodios ocurridos previamente al momento de su detención ilegal.
Nacido en La Pampa, y criado en el departamento General Alvear, partió a la ciudad de Buenos Aires en el año 1972 para estudiar Ingeniería. En sus años estudiantiles militó en la Agrupación TUPAC, cuya bandera era “la construcción de una sociedad más justa e igualitaria”.
En su reconstrucción histórica, recordó episodios previos al golpe cívico militar. Sobre esto mencionó el asesinato de Daniel Winner, un joven militante del centro de estudiantes de la facultad de Ingeniera, asesinado por la Triple A.
A partir de este episodio, el testigo refirió sobre la persecución hacia los estudiantes, la cual motivó su retorno a General Alvear en el año 1976. Rodríguez recordó que para entonces se realizaban constantes “operativos rastrillos” hasta efectivizarse el golpe cívico militar el 24 de marzo de 1976.
De esta manera, el testigo declaró haber sido detenido por personal policial, el 17 de diciembre de 1976 junto a Enrique Crizisanosvky en el Barrio San Martín cuando repartían volantes de la Agrupación Tupac vinculada ideológicamente con la Vanguardia Comunista en Mendoza. Ambos, fueron trasladados por el zanjón del lugar, hasta la Comisaría 33. Fueron salvajemente golpeados durante las tres horas que permanecieron allí, tras esto fueron trasladados al D2.
El testigo relató sobre las deplorables condiciones en ese lugar; las personas detenidas recibían una comida al día y golpizas permanentes; refirió además sobre la sistemática violación hacia las mujeres detenidas. Rodríguez fue torturado en la llamada “parrilla” mientras lo interrogaban sobre referentes de agrupaciones de izquierda. Reconoció entre los torturadores, a uno de voz aporteñada que se arrogaba ese rol y otro apodado “el mechón blanco”.
El 10 de enero de 1977 fue llevado al Pabellón de presos políticos en la Penitenciaría Provincial, donde reconoció entre otros detenidos a Rosa Gómez, Enrique Crizisanosvky, Alfredo Herbida, Ciro Becerra, Norma Arenas e Isabel Núñez, detenida con su pequeño hijo.
En la Penitenciaría, fue interrogado en la sala de tortura conocida como “la peluquería”, encerrado en celdas de reclusión y sometido a requisas violentas realizadas por personal de la penitenciaría y militares de la Fuerza Aérea.
El 24 de marzo, al producirse el violento trasladado masivo en el avión Hércules, fue llevado a la Unidad 9 de La Plata. “La tortura más común allí era golpearnos las plantas de los pies con zapatos de gomas, para que las visitas no vieran las marcas".
Su causa judicial de detención fue labrada por tenencia de volantes considerados subversivos, por lo cual fue condenado a 2 años de prisión. En cuanto a la actuación de la Justicia Federal, Rodríguez expresó que solo tuvo contacto con un secretario del ex juez Guzzo y ante quien denunció las torturas padecidas; mientras que los habeas corpus presentados por sus familiares fueron rechazados con costas a la familia.
Finalmente, el testigo fue consultado por la Querella, en la persona de Dra. Romina Ronda, titular de la Subsecretaría de Justicia del Gobierno de Mendoza. De esta manera, Rodríguez aportó datos sobre Bonozo Pérez, Juan Montecino (ambos desaparecidos) y Sabino Rosales (asesinado).
Rodríguez estuvo detenido 3 años y 7 meses, recuperando la libertad en 1980 desde Caseros.
Seguidamente, Norma Graciela Arenas, ofreció la segunda declaración de la jornada. Un doloroso y relevante testimonio sobre su propia causa y de otros casos que actualmente se investigan.
A punto de cumplir 60 años reconstruyó la historia de una joven que al momento de su detención tenía 17 años. Oriunda de Rivadavia, era estudiante de la carrera de Filosofía y Letras en Mendoza y militaba en el Movimiento Azul y Blanco de la Juventud Universitaria Peronista.
El 23 de noviembre de 1976 fue interceptada por dos hombres vestidos de civil que la aprendieron e introdujeron a un vehículo. El violento interrogatorio comenzó en su traslado, torturada psicológicamente con asesinarla en Papagayos. De esta manera fue llevada al calabozo IV del D2, donde permaneció varios días, vendada y atada en un sótano donde sentía la presencia de otras personas.
Prosiguió la testigo con un angustioso relato signado por las torturas, vejaciones y tratos inhumanos que conmocionó a los presentes. Al referirse a los interrogatorios a los que era sometida recordó la presencia de un médico, que determinaba la duración de la tortura. “En un momento les dijo basta, porque esta pendeja se les va” y agregó que “muchas de las cosas sobre las que preguntaban no tenían nada que ver con lo político, sino con lo sexual, con lo depravado”.
De acuerdo a lo declarado, la testigo pudo reconocer en ese interrogatorio a una persona que meses atrás intentó detenerla; además del exoficial apodado “mechón blanco”.
“Desde ese momento todo fue una pesadilla, las condiciones de vida eran infrahumanas y las torturas y los golpes eran permanentes”, expresó Norma, quien permaneció en cautiverio vendada y amordazada durante quince días. “Eso era el infierno, tenía la sensación de estar ahogándome en una pileta de sangre”, agregó.
En ese lugar recordó a otros presos políticos, entre ellos Rosa Sánchez, Isabel Nuñez, Jorge Becerra y Miguel Ángel Rodríguez. En reiterados tramos de su relato, destacó emocionada el compañerismo entre los detenidos para resistir y asistirse mutuamente. “Por las noches sentíamos los gritos de las personas que golpeaban y la tortura psicológica era permanente; en ocasiones comíamos del tacho de la basura”.
Sobre las gestiones realizadas por sus familiares, recordó que por intermedio de un tío, contactaron al exoficial Juan Agustín Oyarzabal quien les informó sobre el paradero de Norma.
El 10 de enero de 1977 fue trasladada a la Penitenciaría Provincial donde recordó a las detenidas Laura Marchesqui y Alicia Morales. Desde allí, recuperó la libertad el 13 de abril del `77.
Otro momento importante en la declaración se vivió cuando el Fiscal Dante Vega le exhibiera a Norma el habeas corpus solicitado por su madre. Al reconocer la firma expresó emocionada: “Mi madre era analfabeta, qué orgullo siento que mi madre haya podido haber hecho esto, con todas las dificultades que implicar realizarlo y más en aquellos años”.
Arenas finalizó su testimonio agradecida “a quienes han trabajado para lograr que pueda declarar tras 34 años pude declarar” y destacó: “Estos juicios son históricos por su valor jurídico y educativo, para dejar la enseñanza de que es posible llegar a la verdad, a través del camino de la justicia y de la democracia, sin odio”.
El tercer testimonio fue el de Fermín Estanislao Rosales, convocado a declarar como testigo por la desaparición de su hermano Osvaldo Sabino “Lito” Rosales y Ricardo González.
El testigo contextualizó la relación con su hermano en el año 1974 y expresó “teníamos una relación muy fluida donde debatíamos sobre política, pero nunca hablamos sobre la organización a la que pertenecía”, declaró Rosales al recordar la militancia de Lito, en la agrupación “Vanguardia Socialista” y posteriormente en Montoneros; era estudiante en la Universidad Tecnológica y trabajaba en el Banco Mendoza. Al producirse el asesinado de uno de sus compañeros, Lito pasó a la clandestinidad.
Sobre su hermano expresó que en el año 77 mediante una documentación proporcionada por lo Movimiento Ecuménico de Derechos Humanos encontró en la lista de personas desaparecidas, el nombre de su hermano. “Al recibir esto tuve la convicción de que lo habían matado, sabía que tanto él como otros compañeros corrían ese riesgo”, expresó Fermín.
En relación a las gestiones realizadas a partir de la desaparición de Lito, rememoró que para el año 1978, junto a Madres de Plaza concurrió al Comando de la 8va. Compañía de Montaña solicitando audiencia con el entonces Coronel Lépori.
En 1979, Fermín integraba la Liga Argentina por los Derechos del Hombre en Mendoza y recordó que “permanentemente presentábamos habeas corpus”.Con respecto a Ricardo González, el testigo expresó que solo tomó conocimiento sobre su persona al iniciarse los juicios y no logró aportar más información al respecto.
Para el 2010, a raíz de las investigaciones realizadas el Equipo Argentino de Antropología Forense, los restos de su hermano fueron exhumados del cuadro 33 del cementerio de la Ciudad. “Después de caminar mucho para llegar a eso”, expresó Rosales al detallar la búsqueda sostenida durante años. El cuerpo de Lito fue reconocido por la dentadura y confirmada su identidad tras las pruebas realizadas por los profesionales del Cuerpo Médico Forense.
El cuarto testimonio brindado por María Guadalupe González, fue en calidad de testigo por casos que implican a varios integrantes de su familia.
En su contextualización recordó una sociedad participativa y comprometida antes de producirse el golpe en 1976. Una familia compuesta por seis hermanos, una madre docente con diferentes ideas políticas pero aunados por la lucha por los derechos humanos.
A partir de la desaparición de Rodolfo Vera, la familia comenzó a ser vigilada.
Su hermano era montonero, quien en una oportunidad comentó que se venía algo muy feo pero “nunca calculamos lo que fue”, expresó Guadalupe.
La testigo recordó que el 4 de abril de 1976, al regresar de la facultad, habían allanado su casa. En este marco, se llevaron a su hermano Pablo . Los captores les decían: “mañana lo traemos de vuelta”.
Además, en su testimonio nombró al oficial Rondín (pero no lo reconoció en la sala). Pablo estuvo en el D2. Su madre fue todos los días a pedir por él. En esa serie de visitas, su madre, habló con el teniente coronel González Mera (quien era vecino de su tía en la calle Clark de Ciudad) para que le diera le diera información. Él le dijo que se apurara y después lo enviaron a la casa de piedra.
“El miedo era muy profundo en esa época. Muchas veces no decíamos que teníamos a nuestro hermano desaparecido por temor a no ser aceptados en muchos lugares”, relató Guadalupe.
En tanto, la testigo, no pudo recordar el nombre de un detenido que vio en el D2, pero recordó que “había un pibe que estaba detenido allí y me pidió que le avisara a su familia” y agregó: “Nos hacían sentir culpables hasta de los crímenes que ellos mismos cometían".
La testigo dijo que su hermano y Sabino Rosales estuvieron en un enfrentamiento y sobre esto le informaron que uno de los dos había muerto. Sin embargo remarcó que no les decían nada, que todo era investigación. González reclamó que se abran los archivos urgente y aseguró que "toda la sociedad estaba fichada”, por lo tanto "ellos saben todo lo que pasó".
Sobre su hermano Pablo, detenido el 4 de abril del '67 (al producirse el Mendozazo) aseguró que uno de sus captores fue Rondin.
También declaró María Eugenia Verjera quien habló de los hechos vinculados a la detención de su esposo Ricardo González y también por Sabino Rosales. Verjera, dijo que Ricardo desapareció el 16 de enero de 1977.
Con González, eran novios desde adolescentes, fue su primer marido y el padre de su primer hijo. Ya desde enero del '77 no vivían juntos por su seguridad. Ambos no estaban a favor de la lucha armada y el pase a la clandestinidad
“Al no vernos, no sabíamos que hacía el otro. Pero nos cuidábamos mutuamente de brindar información". Recordó que un fin de semana, su hijo viajó a San Luis con sus padres y en ese entonces recibió la llamada de su suegra pidiendo que no la llamaran "pero que había novedades". Al llegar a San Luis, supo que Ricardo faltaba del hogar desde ese fin de semana.”La bicicleta de Ricardo aún estaba en la casa y la misma estaba ya custodiada”, recordó.
La testigo recordó el peregrinar por el Palacio Policial con habeas corpus. "Desde ese día empezamos a buscar y no dejamos de buscar", fueron las palabras de María Eugenia que impregnaron el auditorio de un profundo y respetuoso silencio.
Ella y su marido militaban en organizaciones comunes: María Eugenia en Vanguardia Comunista y Ricardo en el Peronismo de Base y Montoneros.
“Al consultar en el D2 pasaba hasta 1 día entero esperando ser atendida”. Además, la testigo agradeció al Doctor Venier, quien publicaba edictos, ya que, desde la justicia de menores le querían quitar a su hijo por no estar el padre y por la patria potestad. Si aceptábamos que eramos viudas nos daban la patria potestad” aseguró.
Otro de los testigo fue Jorge Caminos Giménez Santibáñez, consultado sobre la familia Gonzalez y Sabino Rosales.
Sobre González, el testigo declaró haber recibido asilo en su casa luego de exiliarse de Chile. El testigo, militante de la Juventud Socialista de su país, explicó que ya conocía sobre los estragos del Plan Cóndor en Chile. Ricardo, fue la persona que le brindó la cobertura necesaria para poder seguir en Mendoza ( casa, comida, trabajo) . Estando en nuestra provincia Giménez Santibáñez, participó en el año 74 de actividades culturales, políticas y sociales en diferentes barrios del Gran Mendoza.
Tras un nuevo cuarto intermedio solicitado por el Tribunal, las audiencias testimoniales continúan el próximo lunes 3 y martes 4 de noviembre, a las 9.30.