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Vendimia 2020: arte y color conjugados en el vestuario de “Sinfonía azul para el vino nuevo”


Andrea Cardozo, a cargo del vestuario y maquillaje, compartió detalles de la propuesta estética que lucirán los artistas en el Teatro Frank Romero Day.

Esta creativa mujer viene del ámbito del teatro, pero a lo largo de su extensa carrera aprendió, estudió y conoció el mundo del vestuario. Su experiencia se consolida con cuatro vendimias centrales y con numerosas fiestas departamentales. Hoy, acompañada por un equipo de 70 personas, trabaja día a día para poner a punto las prendas que lucirán los más de mil artistas que darán vida a Sinfonía azul para el vino nuevo.

Para Andrea, “cada vestuario es un personaje, lo que el actor arriba del escenario trasmite en palabras, yo lo trasmito en color, en imágenes, en sensaciones. Cada color tiene un porqué en cada personaje, inclusive, hay un uso de este recurso entre un cuadro y otro, que tiene que ver también con el uso de la textura y lo que la escena requiere, siempre en base a la propuesta del director. Por eso nos vamos a encontrar con escenas en colores sepia, blancos, en la que todo está pensado en reforzar el movimiento, y otras en que el acento estará puesto en el colorido”.

En cada Vendimia se trabaja con una base de piezas de vestuario patrimonial, al que se le suman las nuevas creaciones que complementan el planteo artístico que requiere el director para contar su guion.

Para cada vestuarista esta aventura empieza con un dibujo, que se materializa a lo largo del proceso montado en el taller. En esta edición, 70 personas cumplen distintas funciones dentro de este equipo. Así, hay un sector de corte, de máquinas rectas, de máquinas overlock que trabajan con distintos tipos de telas, con gente de planchado, lavado y vestuario, que son las que montan las prendas que se van realizando por cada cuadro. Además de las encargadas de entregar el vestuario y el personal de servicio generales, que brinda apoyo en lo que surja.

El equipo se complementa con la gente de vestuario especial, que son los que tienen a cargo el vestuario de los personajes centrales de la fiesta y algunos personajes de fantasía.

Sobre este punto, Andrea detalla: “Esto es un trabajo en conjunto. Los chicos de vestuario especial son personas de mucha experiencia, utileros, artistas plásticos y, este año, ellos tienen a cargo el maquillaje, porque lo concebimos como parte del proceso de su trabajo. Contamos también con gente que se dedica el body painting, que también elabora los tocados, porque son ellos los que terminan de armar el personaje”.

La perspectiva práctica que rige el trabajo de este equipo tiene que situarse desde la plasticidad del vestuario que, según detalla la artista, requiere la división de tareas, “porque se aborda cada personaje como un todo integral y, para ello, es necesario meterse en la piel del personaje, y yo eso lo respeto mucho. Es más, le pido al equipo que pongan su plus creativo y les doy esa libertad. Yo planteo las líneas generales, el color y detallo el rol y el movimiento que van a tener los artistas en el escenario y las necesidades de la elasticidad que las telas proporcionan para su actuación. Tenemos en cuenta desde qué lugar del escenario vienen y a dónde van, cuánto tiempo tienen para cambiarse, es decir, facilitar el desplazamiento en el detrás de escena, que en la vorágine misma de la puesta se requiere, ya que son cientos de personas cruzándose entre camarines”.

Para plasmar su concepto estético tiene en cuenta, además, el campo visual del público asistente al teatro griego. Según la vestuarista, esto es  fundamental para equilibrar las proporciones y reforzar ciertos detalles, además del manejo del color en la composición y el equilibrio visual.

Un elemento clave en la sensibilidad de Andrea se centra en su historia personal, pues es hija de inmigrantes, siendo de la primera generación de posguerra en llegar a la Argentina. No puede evitar la emoción cuando relata que tanto su mamá como sus “nonos” estuvieron en campos de concentración en Italia y en África. Es por eso que conoce en primera persona las vicisitudes de los primeros inmigrantes en pisar nuestro suelo y del mestizaje cultural del que fueron protagonistas.

Por esto ella destaca el carácter simbólico que ofrece el cuadro de los inmigrantes, donde la puesta representa a quienes reciben a los nuevos pobladores y los ayudan a convertir sus dolencias en esperanza, en motor para seguir adelante y hacer que aparezca el “color”.

Sobre otro de los cuadros tradicionales de la fiesta, el que tiene relación con Latinoamérica y la hermandad entre sus pueblo, la vestuarista comentó: “Vamos a trabajar con los países que liberó San Martín, donde tenemos los solistas de cada personaje, una pareja que representa a cada país identificados con un color determinado y que, en su conjunto, replicará la wiphala, que es lo que nos une, es lo que somos, Latinoamérica, somos Mendoza, Argentina y este es nuestro lugar. Con un gran sentimiento de arraigo”. Además, adelantó que el recurso de la simbólica bandera se replicará en la disposición del ensamble musical, de tal manera que sea visible para el público general.

Siendo Latinoamérica uno de los cuadros más importantes, resaltó: “Es la danza de todos los países, en definitiva Mendoza es una ciudad cosmopolita, tenemos gente de todos lados, no solo el que viene sino el que esta acá trabajando, hoy por hoy, tenemos riqueza del pueblo boliviano, peruano, ciudadanos de Haití, Venezuela, Colombia, que no solamente vienen a trabajar, vienen a estudiar, a formarse”.

Al conocer la pasión y la gran entrega de Cardozo junto a su equipo de vestuario y maquillaje, queda claro que contemplan cada detalle de la puesta en escena y que siempre trabajan en función de las necesidades que plantea el guión y a disposición del artista, para asegurarle el confort necesario al momento de desplegar su actuación en el escenario y que el espectáculo esté lleno no solo de color y diseño, sino de sentimiento.

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