Despedida para el poeta José Humberto Diguardo Bravo


El escritor mendocino falleció el pasado lunes y para rendirle homenaje. Gabriel José Pérez cuanta, analiza y recuerda la obra de Diguardo Bravo.

El resto lo dirán las reseñas bibliográficas, por ejemplo que  nació un abril de 1935; que ha realizado estudios de economía, teología y periodismo y fue productor integral de TV (UNC). Poeta y ensayista; sus obras editadas son: Pájaros Imposibles, Olvidada Odisea, Palabra por Palabra, Agua Sedienta, Siembra en el asombro, Piedra de agua, Amor Glocalizado y M-endo/esidad. Tiene dos obras inéditas: Nueva Odisea y Profilacthis el descartable.

También dirán que ganó concursos locales e internacionales y fue amigo de importantes figuras de la literatura como Roberto Juarroz, Rafael Oteriño, Alberto Cirigliano, Américo Calí, Fernando Lorenzo, Beatriz Scheafer, Luis Rosales entre otros.

Sin embargo, cualquier apreciación sobre su vida y obra puede ser engañosa ya que todos tenemos un pedazo de Diguardo.

A modo de intento, puedo decir que él supo sembrar su dialéctica controvertida y enriquecedora en muchos de los que transitamos el intento poético. Palabra esencial le llamaba a ese fulgor creativo donde resuena la naturaleza y a la vez se conjuga dentro del ser con un recorrido similar a la memoria.

Diguardo, como le decíamos no dejaba de discutir con cada uno de nosotros, pero en el fondo no lo hacía de puro contrera no más. Nos llevaba a la exigencia de indagar en los fundamentos que sostenían una apreciación particular del mundo. Mis discusiones con él  fueron enriquecedoras y abrieron puertas a la metamorfosis.

Nos enseñó a crecer en la incongruencia, a romper símbolos, a romper las palabras para darles un nuevo significado. Con un gran manejo simbólico su palabra se desliza filosa hacia lo más sensible, esa área donde nos duele y nos cuestiona.

Podría aquí realizar un resumen de su obra, pero sería matar un poco al poeta. La poesía de Diguardo proyecta su ebullición constante y sería muy injusto reducirla a las obras editadas.

“No te preocupes por ganar premios ni concursos, tampoco por editar, preocúpate por ser un buen poeta y para eso hay que trabajar mucho”

Y hago lo que él haría, tomo uno de sus libros “M-endo/esidad” y leo:

 

…“y si el Poeta-alguna vez-alzara su Voz

Lejos de los certámenes?

                                  Qué lugar ocuparía el canto?

                                  Qué tipo de sociedad condenarías¿”…

Te has quedado mirando…

Quién anda detrás de tu Espejo¿¿

                            Será un Jardinero abstruso

                            Mostrando su invierno Jardín??

Ahora estás ahí

Mirando mi dormitar

                            Me acompañas por el Viaje del Sueño??¿¿…”

La irreverencia era su arma predilecta, no rindió su palabra al poder de turno y por ello resulta difícil afirmar que él no hacía poesía social; su voz se manifiesta proyectada hacia lo universal pero con un cuestionamiento paradigmático a la sociedad de nuestro tiempo.

 

(El último rescate)

“Quién puede consentir que voy despierto

Sobre la pulpa virgen de los sueños:

Ojos abiertos en el desvarío

Ojos audaces por los cauces del Delirio

 

Quién ha de extenderme el crédito final

La resultante entre código y vida

Por mi escombro de sombras

Caminando junto al río traspapelado de cemento…”

 

Dice Diguardo, tal vez en un intento de salvarse él mismo del olvido, o de salvarnos a todos los que ponemos nuestro grano de arena para construir cultura en un medio adverso como lo es el propio.

Diguardo es el intento de la búsqueda, esa incongruencia tan nuestra y necesaria como el agua (“Ojos audaces por los cauces del Delirio”)

 

…”Ahora

Cuando la claridad tiene forma de manos

Resuelvo mis paquetes ensamblados de lujuria

Y tesoros virginales

Junto a la playa sosegada que me ofrecen los árboles

Al pie del agua que vomita la montaña

Y un apretado cielo de nubes limoneras

Este fin de semana

Para ser mas preciso

Deglutiendo en familia

                                       La pulpa virgen de los sueños//>

La voz del poeta deglutida en familia, es lo que sentimos hoy quienes nos formamos a la sombra del gran árbol de su palabra.

Pero él diría, como la vez que mi carpeta de poemas cayó por la ventana de un tren: “no te detengas, tú no eres el poeta de una carpeta o un cuaderno o un libro, eres el poeta de toda una vida. Sigue esforzándote por obtener de tí la pulpa virgen de los sueños”.

A modo de recuerdo puedo señalar que la incongruencia de la búsqueda nos llevó una mañana fría de invierno a un encuentro inicial de un taller literario en la Escuela Patricias Mendocinas. En dos o tres palabras, destrozó mis garabatos nerudianos pero no me dejó las manos vacías, me invitó amablemente a su oficina de la Calle Rioja. Aquella tarde noche entre vinos y poesía nació nuestra amistad de más de treinta años. Leímos Baudelaire, Withman, Enrique Molina, Olga Orozco.

Me remito a aquel encuentro para significar en el tiempo su trabajo. El restaba importancia a esa palabra llamada “inspiración”, ponía el acento en el esfuerzo, en la dedicación y en la formación literaria.

Podría seguir y tendría para escribir varios libros para empezar a poner en rescate su verbo esencial.

Valgan estas humildes palabras para empezar ese rescate aunque lo más importante de Humberto Diguardo Bravo queda sembrado en nuestros corazones.

Te vamos a extrañar viejo loco.

Gabriel José Pérez